Existe una gran relatividad en el rol sobre la corrupción, señalar a alguien como un actor activo o pasivo es delimitar su acción idealmente porque este rol cambia con frecuencia. En la industria las autoridades tienen amplios papeles, no puede señalarse a una y otra como pasiva. En México los funcionarios públicos que se involucran en actos de corrupción pueden hacerlo desde la omisión, es decir, omiten ver o actuar aquello que está lesionando a una industria. Es el caso de las empresas que reciben amenazas del crimen organizado, las empresas pueden sólo callar, o bien, formar parte de la red al permitir conocer información de los padrones empresariales como sucede en los Estados de Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz y Guerrero, entre otras entidades que sufren este gran problema.
Cuando tienen gran actividad, las autoridades participan en actos como vigilar a las empresas que son parte de la delincuencia, y presentar datos falso al gobierno federal, como sucede con el reporte de las mineras que han sido coptadas o cuyos dueños fueron despojados de sus derechos económicos por amenazas de cárteles de la droga, y que no han sido debidamente aseguradas por el gobierno federal. En el inter, están coludidas autoridades comerciales, aduanales, fiscales, y locales que aceptan como “legítimas” a estas empresas que a todas luces forman parte de los ingresos de los cárteles y crimen organizados.
Los sujetos pasivos son aquellos que participan o ignoran sin poder modificar las condiciones, casi siempre se puede hablar de los clientes de un sistema que no conocen las condiciones en las que se lleva a cabo la operación de la empresa. Por ejemplo, aquellos clientes extranjeros de la empresa Grupo México a quien se debe en gran medida la contaminación por décadas de los ríos de Sonora, tiene clientes finales como acereras, industrias de la transformación quienes compran sus productos pero que no saben que en el transcurso la extracción de metal lleva consigo la carga de enfermedades de las colonias aledañas a las mineras, niños con malformaciones y contaminación que empobrece las actividades económicas del Estado como la siembra y la ganadería.
En el mismo caso se encuentra la sociedad, que recibe los estragos de la corrupción, el ejemplo de la contaminación de ríos que sólo ante escándalos en los medios de comunicación es atendida por las autoridades ambientales, puede darse cuenta de la magnitud del daño que se vierte sobre ella, sobre los niños y los ancianos, sobre la población en general que durante mucho tiempo no podrá resolver sus problemas de pobreza, salud y falta de recursos con los cuales alcanzar un desarrollo individual y social que por derecho le corresponde y para el cual el gobierno local, federal y sus instituciones de vigilancia no son capaces de responder.
La corrupción que sustenta la producción de bienes contaminados, como productos engañosos en la industria de la alimentación también involucra actores activos y pasivos. Consumidores que sufrirán cáncer y enfermedades crónicas por los aditivos a los alimentos y contaminantes del suelo y el agua que no son analizados sino empleados en cantidades suficientes para mantener los cultivos protegidos de las plagas, no son conscientes de todo lo que se hace alrededor de la presentación en la tienda de un jitomate jugoso o una naranja apetitosa.
De todo ello, la pregunta que surge es ¿cómo nos podemos volver realmente conscientes de lo que las industrias generan alrededor si no se les exige un mínimo de responsabilidad y transparencia en sus procesos y no se ha sancionado la corrupción de modo ejemplar?
Sandoval Ballesteros, Irma Eréndira. (2016). Enfoque de la corrupción estructural: poder, impunidad y voz ciudadana. Revista mexicana de sociología, 78(1), 119-152. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25032016000100119&lng=es&tlng=es.
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